La Advocación Mariana

Y a la Dolorosa se le ha adjudicado el título de ‘Nuestra Purísima Madre del Buen Camino’. Se trata de una advocación única y exclusiva entre las de las Dolorosas de España.

El nombre de ‘Purísima’ hace referencia a una advocación de hondo calado en el colegio de Gamarra y en la orden de las jesuitinas: la de la Inmaculada Concepción o Purísima Concepción. Inmaculada y, permítanme que, aunque no esté en el título, no la olvidemos, nuestra Virgen de la Victoria. También entronca con el legado de Santa Cándida María de Jesús (de hecho, ella llamaba a la Virgen ‘Nuestra Purísima Madre’) y asimismo es una exhortación de María como modelo a seguir.

Tampoco podemos olvidar que la advocación elegida para la nueva imagen conlleva una inequívoca relación con la cercana parroquia: la de la Purísima.

Más, este singular título hunde sus raíces en la historia. San Anselmo afirmaba que ‘la Madre de Dios debía brillar con pureza tal, cual no es posible imaginar mayor fuera de la de Dios’.

Pero, el nombre de ‘Buen Camino’ también hace referencia a la primera imagen venerada por los jesuitas. Se trata de la Madonna della Strada o del Buen Camino. Una advocación de plena vigencia en la romana iglesia del Gesú.

Sin embargo, en nuestro caso, la agregación del título de ‘Buen Camino’ al nombre de la imagen mariana también posee unas connotaciones específicas.

Y es que en la actualidad, cuando parece que todo lo que tenga relación con los sentimientos o las creencias, con el orden establecido poder afirmar que el ¨Buen Camino¨ es el  que nos marca María

Una senda en la que deben de tener cabida unos principios y unos valores inmutables que nos han transmitido nuestros mayores y que tenemos que hacer todo lo posible, y lo imposible por inculcar en nuestros jóvenes: solidaridad, respeto al semejante y al diferente, tolerancia, apoyo, ayuda, satisfacción por el trabajo bien hecho, cultura del esfuerzo, etc.

Finalmente, y en palabras textuales de José María Ruiz Montes:

 “Mi mayor deseo desde el principio es que, Nuestra Purísima Madre del Buen Camino sea la receptora de las miradas y peticiones de quienes conviven en ese singular espacio, para toda la ciudad.

Ella será la luz que ilumine el caminar de cientos de jóvenes y de otros no tan jóvenes hacia Cristo.

Ella será un foco irradiador de esperanza.

Ella nos indicará que el camino de la vida, a pesar de las curvas que pueda tener, merece la pena ser transitado.

Ella se convertirá en el océano donde ahogar las penas”.

José María Ruiz Montes

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